Comentarios al Camino de perfección de Santa Teresa de Jesús by Tomás Álvarez

Comentarios al Camino de perfección de Santa Teresa de Jesús by Tomás Álvarez

autor:Tomás Álvarez [Álvarez, Tomás]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00


Pero…, ¿no hay excepciones?

Sí. Hay una excepción a esas consignas. Especialmente a esa consigna final de trabajar con tesón por rezar desde dentro, interiorizando las palabras, educando la mente y el corazón a «estar con Él».

Lo curioso es que la Santa haya dejado constancia de esa excepción precisamente al hablar de la oración vocal y de su indispensable respaldo interior. Pues bien, la excepción consiste en que hay tiempos y situaciones de absoluta atrofia interior. Rachas de embotamiento de espíritu en que la mente se niega a seguir, acoger o refrendar las palabras rezadas por los labios.

No se trata de elucubraciones teóricas o psicológicas. Ella misma ha vivido esa experiencia. Y se atreve a decirle al lector, aprendiz de oración, que en situaciones así no se empeñe: «no rece», espere tiempos mejores.

Por el libro de su Vida conocemos bien esas jornadas opacas vividas por la Santa. Como si de pronto y sin saber por qué, un espíritu tan alerta como el suyo se volviera obtuso y plomizo, sin capacidad de despegue. Basta leer las confidencias vertidas en el capítulo 30 de la Autobiografía (nn. 11,15,16,18…), o en la Relación primera. Situaciones —dice ella— en que «de todo punto se me quita la posibilidad de pensar cosa buena ni desearla hacer, sino un alma y cuerpo del todo inútil y pesado». «Otras veces me hallo que nada puedo pensar de Dios, ni bien que vaya con asiento, ni tener oración, aunque esté en soledad…, con el entendimiento tan perdido que no parece sino un loco furioso que nadie le puede atar, ni soy señora de hacerle estar quedo un Credo…» (n. 16). «Otras veces me da una bobería de alma, que ni bien ni mal me parece que hago, sino andar al hilo de la gente, como dicen… Paréceme a mí que anda el alma como un asnillo que pace, que se sustenta porque le dan de comer, y come casi sin sentirlo…» (Vida 30,16.18).

Son los días grises. La Autora del Camino sabe que los tenemos todos y no ella sola. Los describe a las lectoras en cuatro pinceladas de mano maestra: rachas de malos humores y melancolía (tristeza, depresión); desasosiego y desabrimiento; no poder «estar en lo que dicen» por más que hagan; pensamientos sin asiento, «sin seso», desbaratados, atacados de una especie de frenesí interior; y, sobre todo, de impotencia: impotencia para pensar, desear y orar… Todo ello acompañado de «la pena que da el no poder…».

Para esa situación de excepción la madre Teresa tiene una palabra de comprensión y humanismo. No agobiarse, no empeñarse «en poner seso a quien por entonces no le tiene (la mente)». «No rece, sino, como enferma, procure dar alivio a su alma: entienda en otra obra de virtud» (n. 5).

Sabe ella que la misma pena sufrida por esa racha de impotencia es un tácito clamor orante que se eleva desde nuestra miseria hasta Dios. Pero, bien entendido, advierte ella. No se trata aquí de los típicos ataques de desgana y flojera que acosan al principiante.



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